13.7.11


                                                   Reseñas                                                                                           

* (por Gabriel Peralta, de Crítica teatral):

   La obra Puerto Sereno, de Ana Izcovich, se detiene a observar meticulosamente ese momento en que una pareja es ganada por la intrascendencia y la languidez, transformando su convivir en largos períodos de tiempos muertos.
El peligroso desafío de instalar dramáticamente esa instancia es salvado mediante una arriesgada propuesta que hace un constante equilibrio entre las banalidades de lo que se dice y se hace y, lo que hay por debajo de esos dichos y acciones.
El silencio tiene grosor, el devenir lánguido y pausado de los pequeñísimos acontecimientos de la pieza tiene la velocidad apropiada para observar los quiebres, las mínimas esperanzas y la epifanía serena de esa pareja.
El espacio se ira transformado desde un lugar opresivo, en el que se busca fugarse constantemente,  hasta convertirse en un apacible refugio, pasando por un cuadrilátero en que se desarrolla una silenciosa pelea, estas transformaciones se logran mediante los trabajos detallistas y delicados del diseño de escenografía (asesoramiento de Cecilia Zuvilade) y de iluminación (Pehuén Stordeur), este último hilando los brillos y opacidades de la relación con el paso del día.
Las actuaciones de Rafael Solano y la propia Izcovich, trabajan con lo subyacente de los personajes, es por eso que cada gesto, palabra o silencio conllevan una contendía intensidad, que es rota cuando esa lava subterránea explota. Tanto Alejandro Hener como Chendo Hortiguera actúan como personajes disparadores de sensaciones, sus intervenciones traen esa afuera emocional a esa pareja encerrada en su micromundo.
Puerto Sereno, que también dirige Ana Izcovich, posa su mirada en el tiempo de hastío de una pareja.

Gabriel Peralta